Antes, me ofrecías
dibujos y pinturas
por lo poco que te podía dar.
Ahora vienes con
las manos vacías,
esperando lo que puedo pagar.
No te estoy ayudando,
te haces cada vez
más perezoso
y la caridad que se te muestra
ha podrido en tus manos.
Has ido de artista en mendigo,
y yo, entre otros,
tengo la culpa.
¡Perdóname, amigo!
Hoy no te dí nada,
y la próxima vez,
aunque no tengo tu gran talento,
corriendo y sin aliento,
con este poema te sigo.
26 abril 2016
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